No hay forma consecuente de salir de la dolarización. Por eso, hablar de «protegerla» no tiene sentido. Abandonar el dólar sólo puede ser una decisión política para obtener mayor poder en medio de una situación adversa. Lo racional es mantenerla pase lo que pase.
Ecuador se dolarizó hace 18 años –desde el 2000. De ellos, 10 años tuvo déficit comercial. Cuatro entre 2000 y 2006, y 6 entre 2007 y 2017. Además, la balanza comercial no petrolera siempre ha sido deficitaria. Nunca antes se temió perder el dólar. Fue en 2014, tras la caída del precio del petróleo y el fortalecimiento del dólar, que el ex presidente Correa sacó el tema a debate para justificar el aumento de tributos a las importaciones y sostener el gasto público. El nuevo Gobierno, de la misma línea e ideología, continúa con la misma argumentación. ¿Es posible?
Consideremos la situación más temida. Fuga masiva de dólares. Pérdida de circulante en la economía nacional. Falta de dinero para pagos y transacciones. Caos financiero, retiro masivo de depósitos, quiebres bancarios. Crisis grave. En consecuencia, altas tasas de desempleo, pobreza y demás problemas socio-económicos. En cualquier economía este escenario es raro, más aún en dolarización. Pero aun si pasara, la des-dolarización no sería una alternativa. De hecho, sería lo peor.
Des-dolarizar es la opción con la que amenazan los políticos. Es una decisión política que solo puede ser justificada (erróneamente) en un ambiente de caos. Una opción teóricamente innecesaria y no deseada. Tanto, que la ciudadanía está dispuesta a pagar a ciegas (impuestos, sobretasas, etc.) por mantener sus dólares.
Aunque es lo que quisieran la mayoría de los economistas y gobernantes, hacerlo solamente agravaría el problema monetario, la desconfianza y la crisis financiera. Nadie confiaría en la nueva moneda. La caída de precios y salario sería controlada artificialmente con el poder sobre la nueva moneda.
Pero la economía no se ajusta, los precios no se corrigen como deben y se posterga la crisis. Como una gripe mal curada, volverá al poco tiempo y con síntomas agravados. La economía no se sana y la recuperación es un chiste. Todos perdemos, ganan los políticos y tomadores de decisiones. Recuperar el control sobre la moneda es tener más poder. Eso es lo que desean los gobernantes. Con la des-dolarización viene la devaluación.
Por eso la decisión más sensata dentro de ese panorama negativo es mantener el dólar. Pues sería lo único que gozaría de confianza a esas alturas. Sí, sería un golpe duro de sobrellevar con graves consecuencias sociales. Es lo más cercano a un ajuste real. Los precios y salarios caerían, habría una devaluación automática, de mercado, y sin filtro. Las ventas y las ganancias también. Se controlaría el pánico. La economía se corregiría sola. Luego viene la recuperación de la economía y el proceso de sanación porque nadie tuvo la potestad para elegir los ganadores y perdedores. Eso sí, no hay gobernante que sobreviva a esta historia. El dólar queda más seguro que nunca.
Como ven, ambos caminos tendrían consecuencias similares pero con magnitudes y perspectivas diferentes. Con la des-dolarización no habría corrección sino intervención de la economía. Debido a que es volver a una moneda local más débil, implicaría mayor desconfianza a futuro y poder de los gobernantes sobre el valor de nuestro dinero. Un escenario al que nadie quiere volver. Con un gasto público que no tiene límites las devaluaciones serían constantes. Si ya con falta de poder sobre el dólar encarecen las importaciones para restringir el comercio, qué no harían si lo tuviesen. El caso extremo de mal uso de ese poder es Venezuela. Devalúa todos los meses. Es claro que salir del dólar no sería la solución a la situación hipotética (e imposible) de falta de circulante con la que atemorizan los políticos de turno.
Por eso el dólar no se puede caer. No hay razón para des-dolarizar. Es una hipótesis que solo puede ser implementada por alguien con ansias de poder y control sobre la economía, o por algún otro que no la entiende y en una situación de extremo caos financiero.
En el primer caso, ya tuvimos alguien que lo deseó y lo pensó, pero no pudo hacerlo porque no tuvo razones. Lo superamos. Ojalá en el futuro no nos toque aquel sin conocimiento sobre economía que piense que des-dolarizar es una opción.
Me quedo tranquilo porque la situación hipotética de fuga de dólares y desabastecimiento de dinero en dolarización no es posible (lea porqué en la siguiente publicación).
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